KHIVA

KHIVA

Nunca una gota de agua en el desierto fue tan preciada ni tan preciosa. Nunca un contoneo de murallas de barro y ladrillo resultó tan glorioso. Nunca un mar de minaretes y azulejos tuvo esa sintonía de colores hipnóticos. Así es Khiva (o Jiva), otro de esos lugares imprescindibles en la Ruta de la Seda que se ha hecho inmortal a base de Leyenda y huellas sobre la arena.
Khiva, en castellano Jiva, siempre estuvo demasiado lejos de todo para ser considerado durante siglos como un preciado oasis. Se sitúa entre dos duros desiertos como Kara-Kum y Kizil-Kum, muy próximo al paso fértil del río Amu Daria. Las caravanas arribaban a la ciudad extenuadas tras un largo camino desde Persia y encontraban aquí un lugar donde descansar y comerciar con seda, jade, especias y un largo etcétera de productos.

Entramos al corazón fortificado de Khiva, conocido como Itchan Kala (lo que hay extramuros es Dichan Kala), por la Puerta Oeste, la más utilizada por los viajeros que llegan a la ciudad, y desde ahí nos internamos por el eje principal de lo que viene a estar rodeado de 2 kilómetros de gruesas murallas y se convierte de repente en un mundo aparte.
Lo que primero destaca de Khiva es un enorme cilindro cubierto de dibujos en azulejo que se sitúa entre dos antiguas madrasas. Su nombre es Kalta Minor y es, en realidad, un minarete inacabado que estaba pensado para ser el más magnífico del mundo musulmán. La idea del Khan que lo originó era que fuera visto a cientos de kilómetros por la enemiga Bukhara pero murió antes de que esto sucediera y sus descendientes, quizás porque se trataba también de una empresa costosísima, no continuaron con su construcción y se quedó como está. Si ya de por sí es impactante, no quiero imaginarme cómo hubiera sido si le hubiesen dejado crecer como había sido pensado.

Pero Kalta Minor es tan sólo uno de los más de doscientos monumentos con que cuenta la pequeña Itchan Kala (de la puerta sur a la norte hay 600 metros y de la este a la oeste aproximadamente 400 metros). De ellos se calcula que hasta 50 visitables entre edificios históricos, mezquitas, madrasas, palacios, caravansares y un largo etcétera de las piezas del puzzle de la que fuera capital durante siglos del Reino Corasmio o Khorezm.

Khiva (pronúnciese Jiva) ha tenido muchos siglos de esplendor, aunque la mayoría de las cosntrucciones que hoy se pueden ver son mayoritariamente del XVIII y el XIX, últimas etapas del khanato. Para la UNESCO la ciudad está dentro de la lista del Patrimonio de la Humanidad desde 1990 por, entre otras cosas, ser uno de los mejores ejemplos de arquitectura árabe que se conservan en Asia Central. De hecho a cualquiera le puede parecer un museo al aire libre o una maqueta demasiado perfecta para ser real. Lo mejor es eso, que es de verdad, de carne y hueso (o mejor dicho de adobe y ladrillo), aunque es posible que se haya desnaturalizado un poco a partir de la llegada del turismo a Uzbekistán.

Lugares de interés:

Mezquita Juma
La Mezquita de los viernes tiene un patio de columnas de madera realmente prodigioso y al que merece la pena entrar. En total son 212 columnatas las que sostienen la estructura y las cuales están delicadamente talladas, como si cada una de ellas fuese una obra de arte en sí misma. No se encuentran dos iguales y, al parecer, algunas fueron utilizadas en la construcción anterior a la misma, por lo que su antigüedad es manifiesta.

Minarete de Islam Khodja
Junto a la madrasa del mismo nombre se levanta el minarete más alto de Khiva, con 51,5 metros. Un lugar perfecto para contemplar la ciudad a vista de pájaro. Cada escalón es un obstáculo, un reto que ir cubriendo.

Kunya Ark
Es la fortaleza, el Palacio digno del Khan de Khiva, y allá donde una visita a última hora de la tarde, con el Sol a favor y los colores que visten la ciudad en su máximo esplendor, es lo más parecido a regalar un momento mágico al viajero que no olvide en la vida. Levantado en honores a Arang-Khan pero decorado con la mayor suntuosidad posible por Alla-Ulli-Khan, hoy es una visita ineludible en Khiva, con la recargada elegancia del arte islámico destinado a la suntuosidad de un líder y su familia.

Mausoleo de Pahlavan Mahmud
Quizás Pahlavan Mahmud sea uno de los santos más venerados de la ciudad de Khiva. La consideración de santo patrón no tiene la misma similitud que en la religión cristiana. En los países islámicos hay tumbas o mausoleos de doctores, sabios o filósofos que vivieron hace siglos y que tienen una alta consideración entre su pueblo, quienes les llegan a ver como seres especiales con hilos dirigidos hacia Alá. Pahlavan Mahmud vivió entre los siglos XIII y XIV y tiene entre sus ocupaciones conocidas la de filósofo, poeta e incluso luchador y peletero (una combinación curiosa).

Palacio Tash Hovli
Uno de los edificios más suntuosos de la ciudad, que fuera levantado entre los años 1832-1841 con el trabajo de más de mil esclavos, aunque es cierto que el Khan de entonces mandó ejecutar al arquitecto que le aseguró que tardaría más de tres años en terminar su trabajo (y el cual no se equivocaba en sus precisiones). La intención de la “Casa de piedra”, que es lo que viene a significar Tash Hovli, era ser una alternativa al Kunya Ark, pero mucho más lujosa. Y en cierto modo lo logró. No hay más que fijarse en las columnas labradas al detalle sobre pedestales de mármol o el preciosismo de las cerámicas y azulejos traídos de China que decoran las paredes.